Un cuentito

I

Una señora entra en una tienda y va eligiendo prendas y accesorios y llevándolos al mostrador hasta que tiene una docena de artículos. La dueña de la tienda los suma, saca las alarmas y le dice “son 200 euros”. La clienta dice “uy, no llevo efectivo”. La tendera respira hondo, como le enseñó su profe de yoga.
– ¿Tarjeta de débito?
– No, pero tengo la de crédito. Uy, este chal está muy bonito, también me lo llevo.
(¿"También"? ¿Cómo que "también"?, piensa la tendera).
– Lo siento, señora, tarjetas de crédito no aceptamos.
– ¿Cómo que no aceptan? Tengo la Visa Gold, la Mastercard...
– No aceptamos, señora, lo pone aqui en el letrerito.
En el mostrador hay un letrero que pone "sólo efectivo y tarjeta de débito".
– ¿Y american exprés?
– Que no, señora.
– Pero esa no es de crédito-crédito propiamente...
– Pues como si lo fuera.
– Ostras... es que las camisetas éstas son tan guapas...
– Pues sí, son de Jil Sanders, las traje directo del Fashion Week de Berlín.
La clienta se queda mirando embobada. Mientras, la tendera despacha a otras dos clientas que han entrado luego y que pagan en efectivo sin chistar.
– Bueno, señora, ¿qué va a hacer?
– ¿Seguro que no quiere la Visa Gold?
– Seguro. ¿No quiere ir Ud. hasta un cajero a buscar efectivo?
– Es que sacar efectivo con la tarjeta de crédito... Me cobran 5 Euros de comisión, ¿sabe?
Tendrá morro, piensa la tendera, más de 200 euros de compra y hace aspavientos por 5... La clienta se queda papando moscas otro rato, coge una blusa que agrega a su pila de artículos, revuelve su bolso.
– Uy mire, aquí he encontrado 50 dólares que me quedaron del viaje a Cancún. ¿Me los acepta?
– No le puedo aceptar 50 dólares, señora...
– Bueno, no por todo, pero algunas cosas...
– No me sirven 50 dólares. O pierdo dinero cambiándolos o me quedan en un cajón esperando la ocasión de usarlos, que quién sabe cuándo será eso, si es que alguna vez será. Si Ud. me dice que va a sacar dinero al cajero y vuelve, yo le guardo el género un ratito.
– Bueno, está bien. Ahora vuelvo, ¿vale? Me lo guarda, ¿verdad?
– Sí, pero mire que a las 8 cerramos.
– Sí sí, ni bien saque el dinero vuelvo y liquidamos.
Llega la hora de cerrar y la clienta no ha vuelto. "ya lo ordenaré mañana", piensa la tendera, y total que como es viernes a la noche queda el género separado hasta el lunes a la mañana. Cuando lo está por ordenar aparece la clienta.
– Ah bueno, por fin. ¿Ha traído el dinero?
– Pues todavía no, pero ya casi. Tengo aquí unos francos suizos, ¿no los quiere?– La tendera la mira con expresión asesina. – Bueno, de momento llevo 5 euros. Se los dejo, y en un ratito le traigo el resto. ¿Me aparta también este cinturón? – dice la clienta, y se va. La tendera está que flipa.
– Oiga– pregunta Otra Clienta que ha entrado justo después. – ¿Esas camisetas tan bonitas de Jil Sanders de 50 euros que tenía Ud. el viernes pasado, no tiene más? Es que ese día estaba apurada... – pregunta, con un billete de 100 en la mano.
Sí, me quedan dos, y yo como una idiota se las estoy guardando a la mamarracha ésa, piensa la tendera. Hasta que termine el día de hoy, y si no me trae la pasta, pues que le den.
– Mañana seguramente tendré más.
La clienta-mamarracho no vuelve a aparecer. Al segundo día la tendera ve pasar a La Otra Clienta con una camiseta Jil Sanders igual a la tiene guardada. Al tercer día coloca de nuevo todas las alarmas y pone cada cosa de vuelta en su lugar.
Al mes entra la mamarracha como si nada y coge la misma blusa, cinturón, chal y camiseta que la vez anterior.
– Me llevo estos. ¿ya se los había pedido, cierto? Me descontará los cinco euros que le dejé, ¿verdad? –A la tendera le va a dar algo.–El resto se lo traigo maña...
– Tome su dinero y váyase.– dice la tendera despacio y en voz baja, tendiéndole el billete. La clienta lo coge y se retira con carita de desilusión. De salida aun murmura: – Parece que no les interesara vender...


II

Una señora entra a un todo a cien y pregunta por los "tuppers". La tendera le indica el pasillo donde están. La clienta coge una caja, está abierta. El tupper no tiene la tapa. Otra y lo mismo. Y otra. Y otra. Después de mucho revolver consigue encontrar dos, pequeñitos, que sí tienen la tapa.
– Oiga – le dice a la tendera. – Que aquí de todos estos tupper sólo tienen la tapa dos...
– Es que los otros son restos. Pero son tuppers bonitos, ¿eh?
Pues ya los podría poner aparte, ¿no? piensa la clienta, ¿que esto es una tienda o la búsqueda del tesoro?
– Bonitos sí que lo son, pero yo los necesito con su tapa.
– Con tapa tengo potes para la alacena, azucareras, cafeteras, cubos de basura...
– Ya, pero no estoy buscando nada de eso, la verdad. Me interesan los tuppers.
– Mire tranquila y ya me dice algo.
Venga, va. La clienta da otra vuelta por la tienda y al final, aunque no muy convencida, coge una caramelera de vidrio, un juego de salero y pimentero, y encuentra otro tupper completo. Se va a la caja con todo.
– Son 13 euros.
– ¿Cómo? No puede ser.
– Pues sí... dos tupper de dos euros, uno de cinco, dos euros la caramelera y dos los potes.
– ¿Cinco euros este tupper? pero si en la estantería pone dos...
– Pone cinco.
– ¿Dónde pone cinco? pregunta la clienta, mirándose toda la estantería.
– Ahí, mire, ¿ve? – señala la tendera, una etiqueta pequeña, amarilleada y desteñida, semitapada por el cachocartel amarillo fosforito de "Tuppers €2.-", que pone "Tuppers cuadrados 5E". La clienta resuella pero en fin, no se va a poner a discutir por tres euros. Pone un billete de diez y uno de cinco sobre el mostrador. La tendera empieza a meter las cosas en una bolsa, y al revisar las cajas donde vienen los artículos...
– ¡Ay...! – exclama. – La caramelera no se la puedo dar, está rota, mire.
– Bueno, qué se le va a hacer– dice la clienta con una sonrisa forzada.
– Uy, y del set de especias falta el pimentero, se lo dejo en un euro ¿vale?
– No, déjelo, no me lo llevo. – Alarga la mano para coger el billete de cinco, pero la tendera lo coge también y la mira desencajada.
– ¿Por qué no?
– Porque yo quería el juego.
– ¡Pero si tiene el salero, mujer, que es lo principal...!
– Salero ya tengo en casa, yo quería los dos a juego.
– Mire que de esos ya no van a entrar...
– Pues me quedaré sin esos.
– Tenemos otros.
– Ya los he visto, no me van bien.
La tendera suelta por fin el billete, con una cara como si hubiera tenido que abandonar un hijo.
– Son nueve euros. – Coge el billete de diez. – No tengo cambio – dice. – Tendrá que comprar algo más.
– ¿No tiene UN euro para darme de cambio?
– No.
Recordando a toda la progenie de la tendera, la clienta coge unos repasadores.
– Son once euros.
La clienta saca el billete de cinco.
– ¿Uy, no tiene Ud. un euro? es que si le doy cuatro me quedo sin monedas...
– Lo siento, no llevo más pequeño.
La vendedora desaparece por la puerta del almacén. La clienta espera un minuto, tres, llama, llama de nuevo, grita. Pasados cinco minutos reaparece la tendera.
– Pues tendrá que comprar algo más.
La clienta se guarda el billete de cinco, deja los repasadores a un lado y coge la bolsa con lo que había comprado primero. – Quédese con el cambio. – dice despacio y con voz grave. De salida oye a la tendera que murmura: – Qué le costaba, comprar algo más...


III

Las escenas descritas son ficticias. Cualquier parecido con personas que piden decenas de papeles pero no tienen nada que nos interese para ofrecer a cambio; desaparecen, piden más, siguen sin tener nada; o con personas cuyos álbumes online tienen más papeles y sobres agotados que para cambiar; están siempre desactualizados; no separan o marcan claramente los papeles especiales; desaparecen, o son incapaces de abrir mano de alguno de los papeles que nos han pedido para poder cerrar el intercambio, es pura coincidencia.

¿Y vos? ¿Qué cosas te exasperan a la hora de hacer intercambios?

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